miércoles, 20 de agosto de 2014

Apuntes de Lengua y Literatura para 1º de Bachillerato





Clases de textos (o de modalidades textuales):

a)      Textos narrativos. La estructura más habitual es la secuencial: la narración es una sucesión de hechos. También podemos encontrar en los textos narrativos partes descriptivas y dialogadas.
b)      Textos descriptivos. Lo importante es el orden espacial, la ordenación de los elementos en el espacio, se emplean conectores espaciales. Las descripciones parten de un tema, pueden ser exhaustivas o fijarse solo en los aspectos más destacados, pueden ser objetivas o subjetivas, literarias o técnicas. Se pueden describir objetos, lugares o personas. La descripción de personas puede ser física (prosopografía) o interior (etopeya); normalmente se combinan rasgos físicos y morales, al conjunto se le llama retrato.
c)       Textos dialogados. La organización se basa en una serie de intervenciones.
d)      Textos expositivos. La estructura más frecuente es presentación, desarrollo del tema y conclusión.
e)      Textos argumentativos. Las estructuras más frecuentes son la analizante (tesis o idea principal y argumentos o ideas secundarias) y la sintetizante (argumentos o ideas secundarias y tesis o idea principal). Cuando a la estructura analizante se le agrega de nuevo la tesis al final a modo de conclusión, se llama estructura de encuadre o circular. Otras estructuras empleadas en los textos argumentativos son la paralela, la concéntrica y la de pregunta-respuesta. Cuando se combinan exposición y argumentación, el texto es expositivo-argumentativo. Los argumentos empleados pueden ser razonamientos, ejemplos, casos, datos, citas de autores, etc.

Para la clasificación de los textos, hemos de fijarnos en cuál es la intención dominante, porque lo normal es que se presenten en un mismo texto distintas modalidades. En un texto narrativo, podemos encontrar, como hemos visto, las modalidades descriptiva y dialogada, junto a la modalidad dominante, que será la narrativa. La modalidad descriptiva, a su vez, no suele aparecer sola, sino que lo normal será que se presente combinada con la narrativa. Los textos argumentativos, por su parte, suelen ser en realidad expositivo-argumentativos, pues siempre habrá partes expositivas en ellos. Es más raro encontrar textos que sean puramente argumentativos. Los textos expositivos presentan unas características más definidas, aunque también es frecuente que en ellos se incluyan partes descriptivas.
No hay que confundir los géneros literarios con los tipos de texto, aunque en algunos casos se dan coincidencias, como ocurre con el género narrativo y la modalidad narrativa o con el género dramático y la modalidad dialogada. Recordemos que los principales géneros literarios son el narrativo, el dramático, el lírico y el ensayístico.
El género lírico tiene dos manifestaciones, en prosa y en verso. La más habitual es la del verso, conocida como poesía lírica. Constituye en realidad otro tipo de modalidad textual, en la cual también podremos encontrar narración, descripción e incluso diálogo.
En el género ensayístico la modalidad predominante es la argumentativa.






EDAD MEDIA


CONTEXTO HISTÓRICO. La Edad Media comienza en el siglo V con la caída del Imperio Romano de Occidente y termina en el siglo XV, en España con el final de la Reconquista (1492). Se la ha caracterizado como un periodo oscuro, aunque en ella ocurren también hechos y se producen acontecimientos que serán muy decisivos. Al ser una época muy larga, se suele dividir en dos etapas: la Alta Edad Media, que se extiende desde el siglo V hasta el siglo XI aproximadamente, y la Baja Edad Media, que abarca los siglos siguientes. En la Alta Edad Media, triunfa en toda Europa el feudalismo, un régimen de tipo social y político que se caracteriza por el vasallaje a un señor feudal, el cual domina sobre un amplio territorio. Los señores feudales muchas veces están enfrentados a los reyes. La sociedad se divide en tres estamentos: el rey, la nobleza y el pueblo llano. Además de ellos, se encuentra el clero, con un gran poder e influencia.
En este tiempo, predomina una mentalidad teocéntrica: Dios es el centro de todo, en torno a él gira todo el pensamiento, como se puede comprobar en muchas manifestaciones del arte y de la literatura. En la Baja Edad Media, con el crecimiento de las ciudades, se van a producir una serie de cambios importantes que darán lugar a otro modelo de sociedad: en las ciudades va surgiendo una nueva clase social, formada por artesanos, comerciantes y mercaderes, y con ella irá apareciendo también una nueva mentalidad, en la que el dinero llegará a convertirse en un valor fundamental; la mentalidad teocéntrica será sustituida por una mentalidad materialista, en la que el hombre y el aprecio por la vida cobrarán una gran importancia. Esa nueva clase social será la base de la burguesía, que tanta importancia tendrá en el devenir de la historia.
En España la Edad Media está marcada por un acontecimiento decisivo, como es la Reconquista. Tras la invasión árabe, que comenzó en el 711, en la Península se produjo una reacción por parte de los pueblos cristianos, refugiados en las montañas del norte. Con el desarrollo de la Reconquista, fueron surgiendo distintos reinos. El más pujante de todos fue el de Castilla, que había sido al principio un condado dependiente del reino de León, situado en una zona muy fortificada de Cantabria, parte de Burgos y de la Rioja. Desde allí se expandió hacia el sur en forma de cuña, a costa de los demás reinos. La Reconquista concluyó con la toma de Granada en 1492. De esta manera se completó la ansiada unidad de España, unidad política, cultural y religiosa. Además de los árabes, fueron también expulsados de España en 1492 los judíos, que se asentarían en diversas partes del mundo; descendientes de ellos han conservado la lengua que se hablaba en España en tiempos de la expulsión, a la que se conoce como judeo español. Se produjeron asimismo en España muchas conversiones de judíos al cristianismo: fueron los judíos conversos, muchos de ellos con una mentalidad de perseguidos.


LAS LENGUAS ROMANCES. En los distintos reinos cristianos fueron surgiendo distintas modalidades del latín vulgar. Estas modalidades habladas se constituyeron con el paso de los años en dialectos, de los que nacerán las lenguas romances de la Península. Dichas lenguas fueron el gallego-portugués, el astur-leonés, el castellano, el navarro-aragonés y el catalán: entre ellas era normal que hubiera modalidades de transición, zonas del castellano con rasgos del leonés o zonas de habla aragonesa con rasgos del catalán, por ejemplo. En la parte de la Península ocupada por los árabes, los cristianos hablaban el mozárabe, que después iría desapareciendo conforme se extendía el castellano. Algunas de estas lenguas quedarían reducidas a espacios muy concretos, como el astur-leonés y el navarro-aragonés. El castellano (surgido entre el vascuence, el leonés, el riojano y el navarro) fue la lengua que más se extendió debido al empuje del reino de Castilla. Una vez que se unificó España, el castellano pasó a ser español: aunque hoy se admiten los dos términos, el más adecuado es el de español.
Estas lenguas romances fueron al principio lenguas vulgares, habladas por el pueblo, mientras que la lengua de la cultura era el latín. Los primeros testimonios escritos en lengua romance datan de los siglos X y XI: son las glosas silenses y emilianenses, encontradas respectivamente en los monasterios de Santo Domingo de Silos y de San Millán de la Cogolla; se trata de pequeñas anotaciones realizadas al margen de unos textos latinos, en las cuales se traducen algunas frases al castellano y al navarro-aragonés.
Un hito importante en el desarrollo del castellano será el siglo XIII, cuando Alfonso X el Sabio le da la categoría de lengua oficial de Castilla: de esta manera deja de ser lengua vulgar para convertirse en lengua culta, capaz de emplearse en todos los documentos y materias que antes se reservaban al latín.


LA POESÍA LÍRICA EN LA EDAD MEDIA. La poesía lírica es, junto con el cuento, el género literario más antiguo: su origen se remonta al nacimiento del folclore, entendido como el conjunto de manifestaciones culturales de un pueblo. Al tiempo que iban naciendo las distintas lenguas romances, se iba constituyendo en cada una de estas lenguas un folclore, del que una de las actividades más importantes son las canciones que muchas veces acompañaban a los bailes. En la letra de estas canciones se expresaban sentimientos en forma de verso. Las manifestaciones más antiguas de esta lírica peninsular primitiva son las jarchas mozárabes, que eran las cancioncillas que cantaban precisamente los mozárabes y que fueron recogidos por los poetas árabes cultos para incluirlos a modo de estribillos al final de sus moaxajas. En estas cancioncillas una muchacha se lamentaba ante la madre de la ausencia del amado, al que se le llamaba habib, que en lengua árabe significa amigo.
En Galicia se compusieron durante la Edad Media cantigas de amigo en gallego-portugués. Aunque existe cierta variedad, en ellas se solía repetir la temática de las jarchas mozárabes: la protagonista era también una joven que se quejaba porque el amigo no estaba presente. A diferencia de las jarchas, presentaban una estructura basada en el paralelismo: lo que varía es la palabra final de las estrofas; parece que tenían relación con un baile en el que iban girando dos corros. Junto a las cantigas de amigo, también se compusieron cantigas de amor y cantigas de escarnio. Más tarde se desarrolló en Galicia una poesía culta, nacida a partir del modelo de la poesía tradicional. Hasta el siglo XV el gallego será la lengua empleada para la poesía lírica. Un ejemplo muy significativo de esto lo constituye Alfonso X el Sabio, quien después de haber concedido tanta importancia al castellano prefirió el gallego para componer sus cantigas a Santa María.
Además de estas manifestaciones de lírica primitiva, hay que destacar el villancico castellano y la cançó catalana, algunas de cuyas características son muy parecidas a las que se han mencionado para los casos anteriores.

LA POESÍA LÍRICA EN EL SIGLO XV. En el siglo XV, con el avance de la Reconquista y los cambios que también se produjeron en la nobleza, surgió en las cortes de Castilla y Aragón una poesía compuesta por autores cultos. Apareció así una poesía escrita por fin en castellano, a la que se conoció como poesía cortesana. Se calcula que hubo unos setecientos poetas en esta época en España. Es una poesía muy laboriosa, lograda con un gran dominio de la técnica. Las formas más habituales fueron la canción y el dezir. Gran parte de esta poesía fue amorosa: se basó en el amor cortés, en el amor idealizado que profesaba un caballero a una dama, a veces con dobles sentidos eróticos de tono muy subido. También hubo debates filosóficos en torno al tema de la fortuna y poemas de carácter alegórico.
Toda esta poesía se recogió en cancioneros, que son especie de antologías en las que figuraban los poetas más destacados de la época; destacaron el Cancionero de Baena, que recogió a los poetas de la corte de Juan II de Castilla, y el de Stúñiga, que recogió a los de la corte de Alfonso V de Aragón. Además de estos cancioneros, fue muy importante el Cancionero general, publicado en 1511 por Hernando del Castillo.
Dos poetas muy destacados de este periodo, adscritos a la poesía de cancionero, fueron el Marqués de Santillana y Juan de Mena: el primero fue muy conocido por sus serranillas, un género popular en el que se contaba el encuentro de un pastor con una serrana; el segundo es el autor del Laberinto de fortuna, un poema culto de carácter alegórico.
El poeta más importante del siglo XV fue, sin duda, Jorge Manrique. En él aparece una característica que fue muy significativa en esta época: se trataba de un noble que se dedicaba a las armas y a las letras. Murió joven, tras el asalto a una fortaleza. Cultivó poesía cortesana, de tipo amoroso y burlesco. Habría sido un poeta más de su tiempo si no hubiera compuesto un poema muy valioso, las Coplas a la muerte de su padre, una de las mejores elegías de la poesía española.
La elegía es un subgénero de la poesía lírica en el que se lamenta la muerte de un ser querido. En las Coplas, Jorge Manrique expresaba su dolor por la muerte de su padre, el maestre don Rodrigo: lo hacía de un modo sereno, apoyado en su fe cristiana. Utilizaba con gran maestría la copla de pie quebrado para expresar sus sentimientos. Se dividía en tres partes: una primera parte en la que hacía consideraciones generales acerca de la vida y de la muerte; una segunda parte en la que desarrollaba un tópico literario, el tema del ubi sunt, una interrogación retórica que se emplea para preguntar por una serie de personajes que ya han muerto, en este caso reducidos a casos muy conocidos de su entorno, y una tercera parte en la que se cuenta el encuentro que tuvo el maestre don Rodrigo con la muerte, presentada como un caballero que dialogaba con él. La muerte en el siglo XV se había convertido en una obsesión; había sido objeto de varios poemas muy famosos, en los que se presentaba de una forma macabra. Quizá el mayor mérito de este poema sea la naturalidad, la sencillez con que el poeta trata estos temas tan profundos.


LA POESÍA ÉPICA. La poesía épica es de carácter narrativo: en ella se cuentan las hazañas de unos héroes que representan a un pueblo. La épica en España tuvo un origen popular, en forma de poemas que eran recitados por un juglar con el acompañamiento de un instrumento musical. Se les conoce como cantares de gesta, pues en ellos se narran las gestas de los principales héroes castellanos de la Reconquista. Al ser populares y anónimos están compuestos en castellano, que es la lengua del pueblo. El juglar es el difusor de esta poesía: se trataba de una especie de actor que recitaba y actuaba ante un auditorio; el juglar a veces improvisaba o introducía variantes en los poemas. Es una poesía que se fue transmitiendo oralmente de generación en generación.
Tras esta etapa de difusión oral, hubo otra de transmisión escrita en la que intervino un autor culto que refundió el poema ya existente, añadiéndole elementos nuevos y dándole un estilo más literario. A diferencia de la épica francesa, en España se han conservado solo cuatro poemas épicos. Los demás se fueron perdiendo por distintos motivos. Sabemos de su existencia porque muchos de ellos fueron prosificados en las crónicas medievales, como ocurre en la Estoria de España de Alfonso X el Sabio; se utilizaron por su carácter histórico, como el testimonio de una época.
Los cuatro poemas conservados fueron un breve fragmento del cantar de Roncesvalles, el Poema de Fernán González (escrito en cuaderna vía sobre el primer conde castellano, basado en un relato épico más antiguo), las Mocedades de Rodrigo (un poema tardío sobre la juventud del Cid) y el Cantar de Mío Cid. Este poema fue compuesto en el siglo XII por dos juglares, según Menéndez Pidal. Se ha conservado en una copia del siglo XIV,  a su vez basada en un modelo anterior del XIII, firmado por un tal Per Abbat.
En este poema se narran las hazañas del Cid Campeador, uno de los héroes que más se distinguieron en la Reconquista, en la época en que Castilla se independizó del reino de León, a finales del siglo XI. Después de que fuera acusado por unos enemigos ante el rey Alfonso, este lo castigó con el destierro, una de las mayores penas con que se podía castigar a un caballero, pues suponía la pérdida total de su honra. Sin embargo, el Cid en el destierro se dedicó a ganar batallas y a reconquistar territorios que habían sido ocupados por los árabes. El rey, al comprobar que le era fiel, quiso recompensarlo casando a sus hijas con los infantes de Carrión; pero estos, al verse un día ridiculizados por los hombres del Cid, quisieron vengarse ultrajando a sus hijas. El poema acaba con el castigo impuesto a los infantes por el rey y con el nuevo casamiento de las hijas con unos condes. El poema, aunque añade elementos fantásticos, es de carácter histórico y realista; destaca en él su arte narrativo, propio de un autor que se complace en narrar los hechos que componen la historia; la misión de este autor consistía ante todo en impresionar y emocionar a un auditorio. El Cid se presenta, frente a sus modelos épicos, como un héroe mesurado, muy próximo en el tiempo a las personas que oían el relato de sus hazañas.
Así empezaba el cantar, con el llanto del Cid cuando se despide de su tierra:

                De los sos ojos  tan fuertemientre llorando,
                   tornava la cabeça   e estávalos catando.
                   Vio puertas abiertas   e uços sin cañados,
                   alcándaras vazías,   sin pielles e sin mantos,
                   e sin falcones  e sin adtores mudados.
                   Sospiró mio Cid,   ca mucho avié grandes cuidados,
                   fabló mio Cid   bien e tan mesurado:
                   −¡Grado a ti, Señor,  Padre que estás en alto!
                               ¡Esto me an vuelto   mios enemigos malos!

Los cantares de gesta están constituidos por largas tiradas de versos monorrimos de diferentes medidas; son versos largos que están divididos en dos hemistiquios, separados por una cesura.

LOS ROMANCES. Tras el declive de los cantares de gesta, surgieron los romances a finales del siglo XIV. Los primeros romances fueron de carácter histórico; aunque se ha dicho que eran fragmentos de cantares de gesta, hoy no se les considera así, pues muy pronto adquirieron vida independiente. La métrica de los romances procede de la descomposición del verso épico en dos versos simples: son tiradas de versos octosílabos con rima asonante en los pares, quedando sueltos los impares. Los romances también fueron difundidos por juglares, aunque esta vez la transmisión se realizó en forma de canción. Se trata, por tanto, de una poesía también tradicional, de carácter anónimo y popular.
Hubo muchas clases de romances: épicos, históricos, legendarios, novelescos, fronterizos, moriscos, líricos… Aunque tienen un carácter narrativo, con los años se incorporaron muchos elementos líricos, de modo que se puede considerar el romancero como una poesía épico-lírica. Muchos romances son auténticas joyas de nuestra literatura.
Este romancero tradicional se conoce como romancero viejo. Después de su difusión oral, fue recopilado en el siglo XV en forma de colecciones de romances.
El éxito del romancero viejo hace que muchos autores cultos compongan a partir del siglo XVI muchos romances. A estos se les agrupa bajo el nombre de romancero nuevo, en el cual participan poetas de todos los tiempos: Lope de Vega, Cervantes, Quevedo, Góngora, el Duque de Rivas, Zorrilla, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, García Lorca, Gerardo Diego, etc.
Un ejemplo de romance viejo:

                               Fonte-frida, Fonte-frida,
                                  Fonte-frida y con amor,
                                  do todas las avecicas
                                  van tomar consolación,
                                  si no es la Tortolica,
                                  que está viuda y con dolor.
                                   Por allí fuera a pasar
                                  el traidor de Ruiseñor;
                                  las palabras que le dice
                                  llenas son de traición:
                                  −Si tú quisieses, señora,
                                  yo sería tu servidor.
                                  −Vete de ahí, enemigo,
                                  malo, falso, engañador,
                                  que ni poso en ramo verde
                                  ni en prado que tenga flor;
                                  que si el agua hallo clara,
                                  turbia la bebía yo;
                                  que no quiero haber marido
                                  porque hijos no haya, no;
                                  no quiero placer con ellos,
                                  ni menos consolación.
                                  ¡Déjame, triste enemigo,
                                  malo, falso, ruin, traidor,
                                  que no quiero ser tu amiga
                                  ni casar contigo, no!



EL MESTER DE CLERECÍA. En el siglo XIII, surgió una nueva forma de poesía narrativa que se conoció como mester de clerecía. En este siglo se produjeron cambios en la sociedad, se fundaron las primeras universidades; en el campo de la espiritualidad, hubo un aumento del fervor mariano.
En vista del éxito alcanzado por la poesía épica entre el público, los clérigos decidieron componer una poesía parecida para difundir temas eruditos, de materias que no habían sido tomadas directamente de la observación de la vida cotidiana. En la Edad Media, la palabra clérigo tenía un significado más amplio: significaba hombre de letras o profesional liberal. Estos autores persiguieron un fin didáctico: intentaron popularizar estos temas, antes reservados a la gente culta. Para ello utilizaron la lengua del pueblo, en este caso el castellano. Frente a la irregularidad métrica que había caracterizado a la poesía juglaresca, emplearon una estrofa culta que se conoció como cuaderna vía, formada por cuatro versos de catorce sílabas con la misma rima consonante. A los versos de catorce sílabas se les llamó alejandrinos porque se usaron por primera vez en la poesía española en el Libro de Alexandre, una de las primeras obras del mester de clerecía, junto al Libro de Apolonio. Los dos libros eran anónimos.
El primer poeta castellano de nombre conocido fue Gonzalo de Berceo, del que se sabe muy poco: era natural de Berceo (La Rioja) y era un clérigo seglar. Compuso muchos poemas en la línea del mester de clerecía: aunque cultivaba una poesía narrativa, expresaba de vez en cuando sentimientos que lo acercaban a la lírica. Su obra más conocida es Milagros de Nuestra Señora: en ella cuenta diversos milagros que realizó la Virgen a distintos pecadores. También escribió vidas de santos, relacionados con monasterios de la zona.

Una obra controvertida que se inscribe en el mester de clerecía es el Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita. Pertenece al siglo XIV, cuando ya el mester estaba en decadencia: aunque es una obra heterogénea, en la que se emplean elementos muy diversos, presenta algunas de las características que definieron a aquella escuela, como el uso de la cuaderna vía. De la vida del autor no se sabe nada: solo se conocen los datos que ofrece la propia obra, escrita en forma autobiográfica. Se discute, sin embargo, si se trata de una autobiografía real o ficticia, pues era frecuente en cierta literatura moralizante la presentación de un yo ejemplar, en el cual estaban incluidos todos los seres humanos. El libro tiene una intención moral, declarada varias veces por el autor-protagonista, como es la de mostrar las caídas a que da lugar el loco amor para conducir a los hombres al buen amor; sin embargo, se nota demasiada complacencia en la narración de esos casos poco ejemplares, lo cual parece una contradicción. Quizá lo que predomina en este libro es su intención artística, por encima de otras finalidades: el autor quiso ante todo escribir una obra de arte, en la cual el humor y la ironía juegan un papel importante.
Un fragmento de esta obra, en el que se pueden apreciar esos valores artísticos, es el siguiente:
              Cata mujer fermosa, donosa e loçana,
                   que non sea mucho luenga nin otrosí enana;
                   si podieres non quieras amar mujer villana,
                   que de amor non sabe, es como baüsana.

                   Busca mujer de talla, de cabeça pequeña;
                   cabellos amarillos, non sean de alheña;
                   las çejas apartadas, luengas, altas, en peña;
                   ancheta de caderas; esta es talla de dueña.

                   Ojos grandes, someros, pintados, relucientes,
                   e de luengas pestañas, bien claras, paresçientes;
                   las orejas pequeñas, delgadas; páral mientes
                   si á el cuello alto; atal quieren las gentes.

                   La nariz afilada, los dientes menudillos,
                   eguales, e bien blancos, poquillo apartadillos;
                   las enzías bermejas, los dientes agudillos;
                   los labros de la boca bermejos, angostillos.




EL NACIMIENTO DE LA PROSA CASTELLANA. En el siglo XIII, la Reconquista estaba ya muy avanzada. El reino de Castilla y de León, cuya corte residía en Toledo, era muy extenso; su rey, Alfonso X el Sabio, consciente de esto, decidió que el castellano fuera ya la lengua oficial de Castilla. Esto fue muy importante, pues supuso que el castellano fuera reconocido como lengua culta, capaz de ser utilizada en materias que antes estaban reservadas al latín, como documentos oficiales, tratados de historia o de leyes, etc. Aun así, antes de este hecho hubo algunos casos en que ya se había usado el castellano, como la Fazienda de Ultra Mar, obra en la que se trazaba un itinerario hacia Tierra Santa, y las colecciones de sentencias y de ejemplos, unas escritas en latín y otras en castellano. Los ejemplos fueron muy empleados por los clérigos en sus sermones; a través de la cultura árabe, llegó toda la tradición de cuentos oriental. También hay que destacar en este contexto la traducción del Calila e Dimna al castellano, mandada por Alfonso X cuando todavía era infante: se trataba de una colección de cuentos de origen indio, escrita en árabe.
Aprovechando la labor de la Escuela de Traductores de Toledo, Alfonso X el Sabio llevó a cabo  una ingente empresa cultural en su corte, en la cual se reunieron colaboradores cristianos, árabes y judíos. Se compusieron en castellano una historia de España, una historia universal, tratados de astronomía y astrología, obras jurídicas las Siete partidas (entre las que destaca las Siete partidas, que tuvo vigencia durante mucho tiempo) y libros de juegos y divertimiento. Alfonso X el Sabio fue el que dirigió la empresa, animando a poner en castellano derecho todo lo que se iba traduciendo del árabe y del griego (antes, en la Escuela de Traductores se hacía una traducción oral al castellano, hecha normalmente por un judío, a la que seguía una versión en latín que realizaba un cristiano; la novedad en la corte de Alfonso X consiste en que el texto queda finalmente escrito en castellano). No es solo una labor de traducción, pues se incorporan a ella más elementos y se efectúan amplificaciones. Con estas obras de la corte alfonsina nació la prosa castellana. El rey, por su parte, compuso en gallego unas cantigas dedicadas a la Virgen.

LA PROSA CASTELLANA EN LOS SIGLOS XIV Y XV. La prosa en castellano tuvo su continuación durante el reinado de Sancho IV, hijo de Alfonso X: con él se concluyó la historia general que no se había acabado en tiempos de su padre. 
En el siglo XIV, don Juan Manuel fue continuador de la obra emprendida por su tío, Alfonso X el Sabio. Este noble, que también se hizo escritor, cultivó la prosa en castellano en diversos libros, aunque el más conocido es El conde Lucanor, un conjunto de cuentos que tienen como marco narrativo los consejos que da el criado Patronio a su señor, el conde Lucanor. Ninguno de los cuentos es original, sino que están todos tomados de diversas tradiciones, siguiendo la práctica habitual de los ejemplos medievales. El mérito principal de don Juan Manuel reside en su voluntad de estilo: con buen criterio, refundió el material que le llegó de la tradición y lo presentó de un modo nuevo, adaptándolo en muchos casos a las circunstancias de su tiempo. Fue un buen narrador, con una gran capacidad para seleccionar todo aquello que podía ser interesante para sus lectores.
Durante el siglo XV se continuaron escribiendo crónicas y retratos de personajes célebres en castellano. La prosa era ya un instrumento apto para cualquier materia. Una de las obras más conocidas de este siglo fue El Corbacho de Alfonso Martínez de Toledo, de carácter moralizante. La difusión de las leyendas de los caballeros de la tabla redonda dio paso a los libros de caballerías, cuya obra culminante fue el Amadís de Gaula, cuya versión definitiva fue escrita por Garci Rodríguez de Montalvo a comienzos del siglo XVI. Otro género importante fue la novela sentimental, basada de nuevo en el amor cortés. Los grandes cultivadores de este género son ya de finales del siglo XV; uno de ellos fue Diego de San Pedro con su Cárcel de amor.


EL TEATRO MEDIEVAL. El teatro medieval en castellano tuvo su origen en la liturgia de la Iglesia Católica. Con motivo de las grandes festividades, se realizaban representaciones en el interior de los templos o fuera de ellos. A estas representaciones se las conoce como autos: se compusieron autos del Nacimiento, de los Reyes Magos, de la Pasión y Muerte de Jesús, del Corpus. El auto más antiguo que se ha conservado en castellano es un fragmento del Auto de los Reyes Magos. Un autor importante en este terreno fue Gómez Manrique, que escribió una Representación del nacimiento de Nuestro Señor.
Durante el siglo XV, la temática religiosa fue cediendo el puesto a la profana: junto al auto religioso se cultivó también un auto que tuvo como tema principal el amor. Los mismos autores cultivaron ambas clases de autos. Dos de estos autores fueron Gil Vicente y Lucas Fernández.
En 1499, se publicó La Celestina de Fernando de Rojas, una obra escrita según el modelo de la comedia humanística, más para ser leída que para ser representada. Es una obra muy polémica por distintos motivos. Fue presentada como anónima, aunque en unos versos acrósticos se puede leer que su autor fue el bachiller Fernando de Rojas, cuya identidad también es objeto de discusiones, pues se debatió mucho sobre su origen judío. La obra fue publicada al principio como comedia, pero después se le añadieron unos actos más para acabar como una tragicomedia. En esta obra se presentan los amores entre Calixto y Melibea, dos jóvenes pertenecientes a la nueva clase de ricos que había aparecido en la sociedad de finales de la Edad Media. Después de un rechazo inicial, Calixto se pone en manos de la vieja alcahueta Celestina, quien con sus artes mágicas consigue hechizar a Melibea para que se enamore perdidamente de Calixto. Son unos amores condenables, realizados a espaldas de los padres de Melibea, siempre con la ayuda de unos criados egoístas y materialistas. La obra acaba mal: la muerte es el castigo que el autor impone a los protagonistas: Celestina, los criados de Calixto, Calixto y Melibea. Termina con el llanto de Pleberio, el padre de Melibea.  Según esta versión, se trata de una obra moralizante, aunque también se han dado otras interpretaciones. Destaca su realismo y el uso de diferentes registros en las intervenciones de los personajes; hay un corpus muy amplio de refranes y de expresiones populares. Como ocurría con El libro de buen amor, su mérito principal es el artístico.



CONTEXTO HISTÓRICO DEL SIGLO XVI. Con la conquista y la colonización de América y con la anexión de muchos territorios europeos, España pasó a ser en el siglo XVI la primera potencia en el mundo. El reinado de Carlos V de Alemania y I de España fue de plena hegemonía: coincidió con la primera mitad del siglo XVI, durante la cual se produjo también un gran avance en la cultura con la difusión del humanismo italiano.
A mediados del siglo irrumpió en Europa el protestantismo, cuyo promotor había sido Martín Lutero. Este movimiento dio lugar en el seno de la Iglesia Católica a una reacción, que se canalizó a través del Concilio de Trento. Originó lo que se conoce como Contrarreforma, en la cual tuvo un papel decisivo España como defensora de las ideas de Roma. El reinado de Felipe II, que abarcó la segunda mitad del siglo XVI, se caracterizó por las guerras de religión que emprendió España en Europa contra los países protestantes. Fueron guerras muy costosas que causaron un progresivo endeudamiento y que marcaron el inicio de la decadencia de España. El siglo concluyó precisamente con la derrota de la Armada Invencible y con la muerte de Felipe II.
El movimiento cultural y artístico que triunfó en el siglo XVI se conoce como Renacimiento: supuso una vuelta a los valores de la Antigüedad clásica después de un periodo tan largo como la Edad Media. La corriente ideológica que predominó en el Renacimiento se conoce a su vez como Humanismo: se trataba de una cultura antropocéntrica, caracterizada por la fe en el hombre y por el optimismo. El Humanismo supuso una verdadera pasión filológica: su vuelta al latín contrastaba con el interés por las lenguas vulgares.
A finales del siglo XVI, surgió un estilo nuevo en la literatura española que se denominó manierismo: consistía, básicamente, en un estilo más recargado que abandonaba la sencillez renacentista; suponía una transición entre el Renacimiento y el Barroco.

LA POESÍA ESPAÑOLA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVI. En poesía, hay que destacar a Garcilaso de la Vega, que fue el gran renovador de este género en la primera mitad del siglo XVI. Garcilaso, igual que Jorge Manrique, era soldado y poeta. Pertenecía a la guardia real de Carlos V. Aunque estaba casado, se enamoró de forma ideal de una dama de la corte de Isabel de Portugal, esposa de Carlos V. Este hecho ocurrió durante la celebración de las bodas reales en Granada, donde también tuvo lugar la entrevista de Boscán, poeta amigo de Garcilaso, con el embajador de Venecia en España, Andrea Navagiero, quien lo convenció para que adaptara a la poesía española los nuevos metros y formas de la poesía italiana. Aunque Boscán lo intentó, será su amigo Garcilaso quien mejor lo llevaría a cabo. Garcilaso fue desterrado por Carlos V por participar en las bodas de un comunero. Estuvo tres años en una isla del Danubio, donde tuvo oportunidad de asimilar mejor a los poetas italianos. Garcilaso murió en el asalto a la fortaleza de Muy, de nuevo bajo las órdenes del emperador.
Garcilaso compuso poesía cortesana hasta que Boscán le dio a conocer la poesía italiana. Desde entonces se dedicó a adaptar a nuestra poesía los metros, las formas y los temas de los poetas italianos. Con él se produjo una renovación completa de la poesía española: destaca la incorporación del verso endecasílabo, hasta entonces apenas usado en nuestras letras; con él introdujo también todas las formas estróficas y poemáticas en que se empleaba, como el terceto, el cuarteto, el soneto, la lira, la octava real, etc. En la poesía de Garcilaso sobresalen tres temas, tomados no solo de los poetas italianos sino también de los clásicos latinos: el amor, la naturaleza y la mitología. El amor será ya un amor auténtico, inspirado al poeta por el que sentía por Isabel Freyre, la dama portuguesa de la que estuvo enamorado. La naturaleza se presentará como un lugar ideal, muchas veces contagiado de los propios sentimientos que conmueven al poeta. La mitología, por su parte, era un tema directamente tomado de los clásicos. Garcilaso compuso sonetos, epístolas, elegías, odas y églogas. Por su belleza y originalidad destacan sus églogas, protagonizadas por unos pastores que representan a Garcilaso en diferentes momentos de su pasión amorosa por Isabel Freyre.

LA LITERATURA ESPAÑOLA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVI. En la segunda mitad del siglo XVI, con el desarrollo de la Contrarreforma, se produjo en España un movimiento espiritual que dio lugar a la renovación de muchas órdenes religiosas. España durante este periodo se cerró al exterior, no se permitió a los españoles  estudiar en universidades extranjeros y se publicaron índices de libros prohibidos.
En el movimiento de renovación religiosa participaron algunos de los escritores más sobresalientes de este tiempo. Se creó así una literatura religiosa que alcanzó destacadas cimas. Se distinguen en ella dos fases o dos etapas: la ascética, que consiste en la aspiración a una vida más perfecta, y la mística, que alcanza la unión plena con Dios. Los autores más importantes fueron fray Luis de Granada, fray Luis de León, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz. Se contemplan tres vías o etapas en el camino espiritual: la vía purgativa, en la que el alma se depura de los pecados y de los afectos que la apegaban al mundo; la vía iluminativa, en la que Dios ilumina el alma en estados cada vez más profundos de oración, y la vía unitiva, en la que se produce el encuentro del alma con Dios. Para describir este proceso estos autores recurren con frecuencia a símbolos y a otras figuras como el oxímoron y la paradoja.
Fray Luis de Granada y fray Luis de León cultivaron una literatura ascética. Los dos fueron excelentes prosistas. Introducción al símbolo de la fe del primero y De los nombres de Cristo del segundo son dos excelentes obras. Fray Luis de León, además, cultivó la poesía, en cuyo estilo se percibe la huella de Garcilaso.
Santa Teresa de Jesús, en obras como Camino de perfección o Las moradas, detallaba todo el proceso que conducía al encuentro con Dios. Por su parte, san Juan de la Cruz, con una obra poética muy breve, se presenta como un autor de una gran hondura lírica, quizá como el mejor poeta de nuestra literatura. Sus tres poemas más importantes son Noche oscura del alma, Llama de amor viva y Cántico espiritual. En este último poema, inspirado en el Cantar de los cantares de la Biblia, se cuenta a través de una relación amorosa el proceso que conduce al alma a desposarse con Dios; escrita en liras, la estrofa preferida para esta poesía mística, la obra abunda en símbolos y en imágenes muy sugerentes para referir una experiencia tan extraordinaria.
Junto a esta poesía religiosa, se cultivaron también en la segunda mitad del siglo XVI otras clases de poesía. Entre los autores más importantes de este periodo cabe destacar a Francisco de Aldana. Ya a finales del siglo XVI, surgió un estilo más recargado, conocido como manierismo. Su representante más destacado fue el sevillano Fernando de Herrera. Junto a esta poesía lírica, se cultivó también poesía épica, en la cual se pudieron apreciar distintos subgéneros. El cultivo de los romances nuevos tuvo como colofón la publicación del Romancero general en 1600.



LA NARRATIVA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XVI. LA NOVELA PICARESCA. Desde el siglo XV predominó en la literatura europea un tipo de narrativa de carácter fantástico. Uno de los géneros más cultivados y que más lectores tuvo fue el de los libros de caballería, derivados de los cantares de gesta franceses. Otros géneros narrativos de esta época fueron los libros pastoriles, los libros sentimentales, las narraciones moriscas y los libros bizantinos o de aventuras, todos ellos también de tipo idealista.
En España, se escribieron libros de esta clase a lo largo del siglo XVI, casi siempre a imitación de los modelos europeos. Se trataba, pues, de una moda que en gran parte venía de fuera y que se adaptó a nuestra literatura con distinto acierto. Junto a este tipo de literatura, se cultivaron otros géneros  de  características diferentes, como el diálogo (muy usado como fórmula de adoctrinamiento o de reflexión) y la epístola (fueron muy  famosas las Epístolas familiares de fray Antonio de Guevara).
En medio de este panorama literario, a mediados del siglo se escribió en España un libro distinto: frente al idealismo dominante, situaba los hechos en la realidad española de aquel momento; en lugar de ser un héroe, su protagonista era más bien un antihéroe, un personaje muy humilde que luchaba por escapar de la pobreza en que le había tocado nacer. Este libro, publicado en 1554, fue el Lazarillo de Tormes, presentado como anónimo. Se ha dicho que su gran novedad fue la de dar preponderancia literaria al pronombre yo.
No se sabe con seguridad quién pudo ser el autor. Se han propuesto distintas autorías. Una de las últimas investigaciones ha dado como seguro a Alfonso de Valdés, un escritor que perteneció a un grupo erasmista de aquella época, hermano de Juan de Valdés, autor de Diálogos de la lengua.
El Lazarillo es también el germen de la novela picaresca, un género que será muy popular en el siglo XVII. Lázaro de Tormes es un vecino de Toledo que ha ejercido diversos oficios y que escribe una carta a un señor tratando de explicar su caso, la actitud que él ha tomado ante las habladurías que circulan por la ciudad acerca de las relaciones de su mujer con un arcipreste. Para justificar que a él no le importa lo que diga la gente, decide contar su vida desde el principio. Era hijo de padres sin honra: su padre, acusado de robo, fue condenado a galeras y después murió, y su madre, a falta de un marido, se juntó con un negro. Lázaro sirvió a distintos amos antes de valerse por sí mismo. Los que más influyeron en él fueron un ciego, con el que aprendió a ser astuto; un clérigo muy tacaño, con el que se vio muy apurado para sobrevivir, y un hidalgo al que tuvo que mantener con lo que a él le daban en la calle. Todos son personajes sacados de la realidad de aquel tiempo. La obra es una crítica a determinados comportamientos sociales, especialmente a la honra, el valor más importante en la sociedad española de los Siglos de Oro. También es una crítica a algunos representantes del estamento eclesiástico, a los que seguían una vida poco ejemplar. La obra no supone ninguna diatriba contra la religión: lo que propugna es una religiosidad más auténtica, un rasgo que era característico de los erasmistas.
La obra está contada en primera persona por el protagonista, un hombre con poca cultura: uno de los aciertos es precisamente este, el hecho de contar la historia con un estilo adecuado al protagonista. Uno de los recursos más empleados es el humor: en muchos episodios se emplean recursos humorísticos; quizá el más importante de todos es la ironía, es la visión que constantemente adopta el narrador. El realismo que preside el libro y el tratamiento que se da al protagonista marcan el comienzo de una nueva forma de narrar: servirán de importante lección para Cervantes a la hora de escribir el Quijote.
En el siglo XVII, uno de los géneros más populares fue la novela picaresca, cuyo germen había sido el Lazarillo. La novela picaresca del XVII, escrita también en forma autobiográfica, sigue el patrón del Lazarillo: en ella también se cuenta la vida de un antihéroe, de un personaje de origen humilde. La novedad más importante es el componente moral que introduce: el pícaro, al contar su vida, se propone moralizar con las caídas que tuvo. La obra que se considera modélica de este género fue el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán. Muchos otros autores de esta centuria cultivaron la novela picaresca. Dos de los cultivadores más destacados fueron Miguel de Cervantes con Rinconete y Cortadillo y Francisco de Quevedo con Vida del buscón don Pablos: son obras distintas, marcadas por la originalidad de sus creadores.


CONTEXTO HISTÓRICO DEL SIGLO XVII. El siglo XVII está marcado por la decadencia: de ser la primera potencia España se convirtió en un país en ruina. Los reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II no pudieron frenar esta decadencia; la gestión de la política estaba además en manos de validos, como el conde-duque de Olivares, que fue uno de los más conocidos. La administración estaba corrompida, por lo que se hacía muy difícil solucionar el problema. Durante el siglo, por si faltaba poco, se sucedieron malas cosechas y muchas epidemias. Todas estas circunstancias dieron lugar a que en España se padeciera hambre: las ciudades se llenaron de mendigos y de gentes sin oficio.
El movimiento que triunfa en el siglo XVII en arte y en literatura se conoce como Barroco.  Es un estilo recargado y difícil que se caracteriza por la complicación y por los contrastes. La mentalidad de esta época es, como no podía ser de otro modo, muy pesimista: la vida se ve como algo efímero; ante este desengaño, se da también una actitud religiosa, en un intento por hallar valores imperecederos. Una constante que define también la época son los contrastes; igual que ocurre en la vida, sucede en la literatura: junto a temas serios y trascendentes, se dan también los burlescos y satíricos.

MIGUEL DE CERVANTES. Miguel de Cervantes fue un hombre formado en el Renacimiento que conoció la decadencia de España y que se vio influido por el desengaño que reinaba en el Barroco. Nació en Alcalá de Henares a mediados del siglo XVI. No completó ningunos estudios. Muy joven, se alistó en el ejército y se trasladó a Italia. Participó en la célebre batalla de Lepanto, donde fue herido en el brazo izquierdo. Como se le quedó inmóvil, se le conoció desde entonces como el manco de Lepanto. Una vez que se repuso de sus heridas, se dirigió de nuevo a España, pero la galera en la que iba fue capturada por los turcos. Estuvo cautivo en Argel cinco años. Fue liberado después de que unos monjes trinitarios españoles pagaran su rescate. Cuando volvió a España, intentó vivir del teatro, pero no tuvo éxito. Pasó hambre. Se casó con una mujer mucho más joven, de la que después se separó. Tuvo el cargo de recaudador de impuestos en los años en que se preparaba la Armada Invencible, pero fue acusado de quedarse con parte del dinero. Estuvo nueve meses en la cárcel de Sevilla, donde conoció a mucha gente del hampa. Publicó el Quijote a los 58 años. Con el éxito alcanzado, se dedicó en sus últimos años a la literatura. Murió en Madrid el 23 de abril de 1616.
Cervantes cultivó la poesía, el teatro y la novela. Él quería ante todo ser poeta, pero la poesía era la gracia que no quiso concederle el Cielo. En muchas de sus novelas, aparecen poemas, como en el Quijote. También quiso vivir del teatro, pero lo aventajó Lope de Vega, que se hizo con el favor del público. Escribió comedias, entremeses y una tragedia. Lo más valorado de su teatro han sido los entremeses, que son piezas cortas de carácter realista y satírico que se representaban en los entreactos de las grandes obras.
Su primera novela fue la Galatea, una novela pastoril que apenas fue conocida. Además del Quijote, escribió novelas ejemplares, al modo en que se hacía en Italia: se trataba de un género de novela corta que él adaptó a la literatura española; por eso decía que era el primero que había novelado en España. Las novelas ejemplares se suelen dividir en dos clases: las realistas y las idealistas. Entre las realistas,  destacan Rinconete y Cortadillo y El coloquio de los perros. Entre las idealistas, La gitanilla y El licenciado Vidriera.

EL QUIJOTE. Con el Quijote Cervantes se propuso acabar con los libros de caballería: se trataba en principio de una parodia de ellos, de una imitación burlesca. Un hidalgo se volvió loco después de leer muchos libros de caballería y se creyó que era un caballero andante que debía salir en busca de aventuras. El propósito inicial de Cervantes era escribir otra novela ejemplar, pero se dio cuenta de las posibilidades que tenía su obra y decidió continuarla añadiéndole un nuevo personaje que sería fundamental, Sancho Panza. Don Quijote y Sancho eran dos personajes completamente diferentes: el primero era idealista y alocado y el segundo, realista y simple.
En la primera parte de la obra, publicada en 1605, se cuentan las dos salidas que tuvo don Quijote por la Mancha, la segunda hasta el límite natural de Sierra Morena. Don Quijote confundía la realidad con la fantasía ante las protestas de Sancho. Se sucedieron muchos episodios. Al final el cura y el barbero dieron con don Quijote y Sancho y les hicieron regresar al pueblo. En esta parte se intercalan numerosos poemas y relatos, cosa que no se hará en la segunda parte para no distraer la atención del lector sobre los verdaderos protagonistas.
Antes de que saliera la segunda parte, se publicó una continuación apócrifa de la obra, de un tal Alonso Fernández de Avellaneda. Don Quijote recorre con Sancho ahora las tierras de Aragón hasta llegar a Barcelona,  donde es derrotado por Sansón Carrasco bajo el disfraz del caballero de la Blanca Luna, que le impone como castigo el retorno a su pueblo y el abandono de las armas. En esta segunda parte se produce un cambio en los caracteres de los personajes: se habla de una sanchificación de don Quijote, que deja de ser idealista para convertirse en un personaje realista y desengañado, y de una quijotización de Sancho Panza, que acaba influido por las locuras de su amo. Es esta una de las genialidades del autor, junto a otras muchas. Es una obra que tiene un significado más profundo: don Quijote representa a todos los seres humanos, cuyos ideales son derrotados muchas veces por la realidad; es la lucha del sueño con la realidad. Junto a esta interpretación, se han dado otras para tratar de justificar la grandeza de la obra. Se la considera como la primera novela moderna: es el modelo indiscutible en el que se fijarán todos los grandes novelistas posteriores.
La última novela de Cervantes, que se publicó después de muerto, fue Los trabajos de Persiles y Sigismunda, una novela bizantina de aventuras en la que él puso mucho esmero. En ella se cuentan todas las aventuras que pasan estos dos protagonistas hasta que finalmente llegan a Roma, donde tenían pensado casarse. Con ellos conviven multitud de personajes, que también relatan sus historias.


EL BARROCO. El Barroco, como ya se ha dicho, persigue la originalidad mediante la dificultad y la complicación. Para lograr este fin, en la literatura barroca se distinguen dos estilos o tendencias: el culteranismo y el conceptismo.
El culteranismo, cuyo máximo representante fue Góngora, buscó la originalidad mediante una forma recargada y difícil. Quizá su rasgo más característico no fue el uso de unas determinadas figuras retóricas, sino la abundancia de ellas, su abuso. Uno de los recursos más empleados fue el cultismo, la palabra directamente incorporada del latín. También destacan las metáforas (todas rebuscadas y audaces), los adjetivos epítetos, los hipérbatos, las aliteraciones, etc.
El conceptismo, por su parte, centra su atención más bien en el contenido, en la búsqueda de un concepto brillante. Emplea también metáforas, aunque lo hace con una intención distinta. Otras figuras muy usadas fueron la dilogía (el doble sentido), la paronomasia, la antítesis, el oxímoron, la paradoja, etc. Los principales representantes del conceptismo fueron Quevedo y Gracián.
Luis de Góngora, nacido en Córdoba, fue canónigo de la catedral de Córdoba, capellán real de Felipe III. Tenía un carácter huraño y descontentadizo. Cultivó preferentemente la poesía. Escribió en una primera etapa romances, letrillas y sonetos, con un estilo que en algunos casos empezaba a ser complicado. Sus grandes poemas pertenecen a una segunda etapa, en la cual Góngora culmina la búsqueda de un estilo original: destacan la Fábula de Polifemo y Galatea y Soledades, que quedó inacabado. Otros poetas barrocos de esta línea fueron el conde de Villamediana y el granadino Pedro Soto de Rojas.
Francisco de Quevedo fue un escritor comprometido con su época. Por sus críticas al conde-duque de Olivares, fue castigado con el destierro. Borges dijo de él que más que un hombre era toda una literatura. Cultivó la prosa y la poesía. En prosa, destacan los Sueños y El buscón. Esta última obra es una novela picaresca, en la cual se aparta Quevedo de las características que distinguían al género, pues en ella lleva hasta el extremo su arte novelesco, sobre todo por el empleo originalísimo de la caricatura. Como poeta, Quevedo destacó en la composición de romances y de sonetos. Los dos temas que más cultivó fueron el amor, el paso del tiempo y la decadencia de España; en ambos, se mostró como un poeta muy apasionado. Quevedo es uno de los autores en los que son más significativos los contrastes: es capaz de escribir textos de carácter moral o religioso, frente a otros en que da muestras de su talento para satirizar o para burlarse de forma despiadada de sus adversarios.
El otro representante del conceptismo fue Baltasar Gracián. Era aragonés, jesuita. Escribió en prosa. Entre sus obras, todas muy importantes, sobresale El criticón, tal vez la mejor obra del Barroco literario español después del Quijote. En ella se cuentan las andanzas de dos personajes muy diferentes, que van pasando por las distintas edades de su existencia. Es una obra muy reflexiva, cargada de símbolos y basada en abundantes diálogos.

LOPE DE VEGA. EL TEATRO ESPAÑOL. Otro autor importantísimo de esta época es Lope de Vega, cuya vida es muy intensa, pues está llena de peripecias y de continuas aventuras. Es también un autor muy prolífico, ya que escribió numerosas obras. Cultivó los tres géneros: la poesía, la novela y el teatro. Su estilo tiene rasgos del culteranismo y del conceptismo, aunque es por lo general más sencillo. Como poeta, sobresale por el cultivo del romance y del soneto; sus temas más característicos son el amor y la religión, siempre tratados con profundo sentimiento. Como prosista, escribió novelas que estaban de moda en su tiempo, como la pastoril y la bizantina. También escribió una novela pastoril a lo divino, como fue Pastores de Belén. Como autor de teatro, Lope fue un auténtico fenómeno. Creó una nueva fórmula teatral que entusiasmó al público; está basada sobre todo en la libertad: alternan los personajes trágicos con los cómicos, se suprime la regla de las tres unidades para dar mayor agilidad a la acción y se dividen las obras en tres actos. Los asuntos de sus obras son tomados de la historia, de las leyendas o de la misma realidad. Uno de los temas más importantes fue el de la honra, que era fundamental en la sociedad española de aquel periodo. Entre sus numerosas obras, destacan Fuenteovejuna, Peribáñez y el comendador de Ocaña, El perro del hortelano y El caballero de Olmedo.
Lope de Vega tuvo muchos seguidores. Uno de los más destacados fue Calderón de la Barca, cuyo teatro superó incluso al de Lope en profundidad y grandeza. Calderón escribió  dramas de temas muy variados, como El médico de su honra, El alcalde de Zalamea y La dama duende. Su obra más universal fue La vida es sueño, en la que Segismundo, un príncipe polaco, es encerrado en una torre por su padre para impedir que se cumplan unos vaticinios que sobre él han predicho unos sabios; para ponerlo a prueba es llevado a palacio, donde Segismundo comete una serie de atropellos; esto hace que se lleve otra vez a la torre, donde piensa que todo lo que ha vivido no era más que un sueño; al final el pueblo, informado de su existencia, lo libera para que sea su rey. Calderón de la Barca es autor también de autos sacramentales, igual que Lope: se trata de piezas en las que se representa de forma alegórica el misterio del Corpus Christi. Destaca El gran teatro del mundo, obra que ocupa un lugar muy alto en el teatro universal.
Otro dramaturgo importante del Barroco fue Tirso de Molina, autor de El burlador de Sevilla, obra que recrea por primera vez el mito de don Juan.


CONTEXTO HISTÓRICO DEL SIGLO XVIII. El siglo XVIII comienza en España con una nueva dinastía, la casa de Borbón, de origen francés. Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV fueron los monarcas que se sucedieron durante esta centuria. Es un siglo en el que se emprendieron muchas reformas, bajo una nueva forma de gobernar que se conoció como despotismo ilustrado. En España se renovaron los planes de estudio y se fundaron muchas instituciones, como la Real Academia de la Lengua, la Biblioteca Nacional, el Jardín Botánico, etc. Este espíritu de renovación no impidió que en España pervivieran supersticiones y formas arcaicas de tradición, contra las que habían combatido los ilustrados.
La mentalidad de esta época está caracterizada por el predominio de la razón, de ahí que se conozca también el siglo XVIII como el Siglo de las luces. Después de las últimas creaciones del Barroco, se impone en el arte y en la literatura el Neoclasicismo.

LA LITERATURA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XVIII. La literatura del siglo XVIII no es en general muy brillante: el predominio de la razón hace que se desplacen los sentimientos; el resultado es una literatura fría, sometida a unas reglas muy estrictas. Aunque se cultivan todos los géneros, destaca la prosa de carácter ensayístico. Sobresalen entre otros escritores Melchor Gaspar de Jovellanos, el padre Benito Jerónimo Feijoo y José Cadalso. Los tres se preocuparon por la situación del país, manifestando en sus escritos su postura crítica con respecto a los principales atrasos y dificultades que existían en España. José Cadalso es muy conocido por sus Cartas marruecas, un epistolario ficticio en el que se combinan el pesimismo crítico y la esperanza de renovación, la seriedad reflexiva y la sátira caprichosa, además de contener otros muchos elementos.
En el teatro, destaca Leandro Fernández de Moratín, hijo de Nicolás Moratín, otro autor de la época. Se le acusó de afrancesado; de hecho, colaboró para José I. Su obra más conocida es El sí de las niñas, en la que realiza una crítica a los matrimonios que se efectuaban por mera conveniencia. Fue autor también de poesía y de una obra en prosa muy variada, con su copioso epistolario, en el cual hace un verdadero retrato de su tiempo.
Otros escritores importantes del siglo XVIII fueron Diego de Torres Villarroel, autor de una autobiografía con un espíritu renovador; el padre Isla, que escribió en forma de sátira la historia de un predicador, fray Gerundio de Campazas; Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego, famosos por sus fábulas.
En la segunda mitad del siglo XVIII, se podían ya apreciar en la literatura síntomas nuevos, como una mayor presencia de los sentimientos y un interés más acusado por lo sobrenatural y lo misterioso: en la poesía de Meléndez Valdés o en Noches lúgubres de José Cadalso se pueden encontrar estos elementos nuevos. También hay que destacar en este periodo a Blanco White, hijo del cónsul irlandés, autor en inglés de Cartas de España, en las que combina el costumbrismo con el espíritu crítico muy agudo. Perteneció a una escuela sevillana de poesía, en la cual se incluyen entre otros a Alberto Lista y José Marchena.


CONTEXTO HISTÓRICO DEL SIGLO XIX. El siglo XIX está lleno de acontecimientos. Empieza con la invasión napoleónica y con la reacción inmediata del pueblo español, que se subleva de forma espontánea después de que Napoleón suplantara a Carlos IV y a su hijo Fernando VII por su hermano, José Bonaparte. La Guerra de la Independencia se extiende por todo el territorio español: un ejército al que se suman muchos voluntarios combate a los franceses, infligiéndoles duras derrotas. El mismo Napoleón tiene que desplazarse a España para frenar el retroceso de sus tropas. La guerra dura desde 1808 hasta 1812. En 1812 las Cortes de Cádiz redactan una constitución, en la que se proclama rey de España a Fernando VII. El reinado de Fernando VII, sin embargo, tiene episodios bastante desagradables, pues actúa con mucha dureza contra los liberales. Tras la muerte de Fernando VII, se crea un debate en torno a la sucesión, ya que solo tiene una hija. Esto da lugar a unas guerras civiles entre los partidarios de la hija, Isabel II, y los partidarios del hermano, el príncipe Carlos. Durante el siglo XIX llega a haber tres guerras civiles, conocidas como guerras carlistas. El reinado de Isabel II, presidido por progresistas y moderados, concluye en 1868 con el estallido de la Revolución. Se abre un periodo de seis años en el que se suceden diversas fórmulas de gobierno, entre las que destaca la Primera República. Después de este periodo se produce la restauración monárquica con Alfonso XII, hijo de Isabel II. El siglo termina en medio de una crisis con la pérdida de las últimas colonias españolas, Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL ROMANTICISMO. En literatura, la primera parte del siglo XIX se corresponde con el Romanticismo. Se trata de un movimiento que se gestó en Europa a finales del siglo XVIII y que en España no pudo desarrollarse plenamente hasta después de la muerte de Fernando VII. Muchos liberales españoles, entre los que se encontraban bastantes escritores románticos, tuvieron que exiliarse durante su reinado en países europeos, donde tendrían ocasión de conocer mejor la literatura romántica. Después de la muerte del rey, estos liberales volvieron a España y comenzó a desarrollarse ya con plena libertad el romanticismo. Es un movimiento que en España duró poco, pues llegó ya tarde y con menos fuerza que en Europa. De forma paralela, se había desarrollada la idea de una España romántica, propiciada por los viajeros extranjeros que visitaron nuestra tierra.
La literatura romántica se caracteriza por la libertad, por el individualismo y por su carácter subjetivo. En ella son muy importantes los sentimientos y la fantasía. Los temas más cultivados son el amor, la libertad, la muerte y la naturaleza. Hay un gusto por determinados paisajes que se relacionan con el alma del escritor, como las montañas, el campo y los mares agitados. También son frecuentes las ruinas y los cementerios, así como las calles y los monumentos de ciudades antiguas. Un sentimiento muy acusado en el Romanticismo es el de la desazón, la angustia vital que causa el rechazo del mundo en el que se vive. Este rechazo se manifiesta en literatura muchas veces en forma de huida, con la recreación de épocas o de ambientes muy alejados de la realidad. Una de las épocas más evocadas es la Edad Media. Los ambientes que más gustan son de tipo oriental.
Los géneros más cultivados en el Romanticismo son la poesía y el teatro. Entre los poetas españoles del Romanticismo destacan José de Espronceda y el duque de Rivas. En ellos aparecen temas tan característicos como el amor y la libertad. El estilo de la poesía romántica tiene como rasgos más llamativos la renovación de la métrica y la gran cantidad de recursos expresivos que se emplean, como exclamaciones, interrogaciones retóricas, apóstrofes, etc. José de Espronceda fue autor de algunas de las obras más destacadas, como los poemas narrativos titulados El estudiante de Salamanca y El diablo mundo, además de otros poemas dedicados a personajes marginales.
Dentro del teatro, sobresale el drama: en él aparecen personajes que están marcados por un destino trágico, por una fatalidad de la que no podrán escapar. Un claro ejemplo de drama romántico es Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas. José Zorrilla, aunque es un poco posterior, será famoso también por su obra Don Juan Tenorio, basada en la conocida leyenda de este personaje sevillano que ya había tratado Tirso de Molina.
La novela fue otro género bastante cultivado, aunque en España no fue tan seguido como en Europa. Uno de los subgéneros más característicos del Romanticismo fue la novela histórica, que tuvo como modelo Ivanhoe de Walter Scott. En España se escribieron varias novelas históricas, la mayoría ambientadas en la Edad Media.
Un género muy importante en el romanticismo español es el artículo de costumbres. Mariano José de Larra fue uno de sus cultivadores más señalados. Acusado de afrancesado, Larra mostró siempre un espíritu muy crítico. Tuvo la desgracia de tener una vida muy atormentada; murió a los 28 años, víctima de un disparo que él mismo se dio por los desengaños que había sufrido. Se le considera como el padre del periodismo moderno, aunque también fue autor de una novela histórica y de una obra de teatro. Escribió artículos de costumbres, artículos políticos y artículos de tema cultural. En todos ellos demostró poseer un estilo personal, con un gran dominio de la lengua y de los recursos literarios. Empleó el humor y la ironía para criticar, a veces de forma mordaz, los aspectos de la realidad española que no eran de su agrado.
Otros autores de artículos de costumbres fueron Mesonero Romanos y Estébanez Calderón. En ellos nos presentaban escenas y tipos característicos de la sociedad española de aquel tiempo. Bécquer, en la 2ª mitad del siglo XIX, continuará cultivando en muchos de sus escritos la literatura costumbrista.

EL POSROMANTICISMO. En la 2ª mitad del siglo XIX, cuando ya se empezaba a escribir en España una literatura de signo realista, el Romanticismo vivirá una última etapa que se distingue por un mayor intimismo. Se conoce a esta tendencia como posromanticismo. Sus representantes más destacados fueron Bécquer y Rosalía de Castro. Es una poesía muy influida por el poeta alemán Heine, aunque en los casos de los poetas españolas también hay que destacar la profunda huella que en ellos dejó la poesía popular. Su estilo es mucho más sencillo: lo que se pretende es ante todo expresar un sentimiento íntimo.
Gustavo Adolfo Bécquer nació en Sevilla. Se quedó huérfano cuando era muy pequeño. Vivió con su madrina, una dama culta que tenía una gran biblioteca. Estudió náutica, era buen dibujante, como su padre y su hermano, pintores costumbristas. Se trasladó a Madrid, donde escribió zarzuelas y emprendió proyectos editoriales que no terminó. Trabajó como periodista. Se le asignan varios amores, sobre todo el de Julián Espín, que fue quien le inspiró la mayoría de sus poemas de amor. Enfermó de tuberculosis. Se casó con la soriana Casta Esteban, con la que tuvo tres hijos. Se separó de ella. Murió joven, unos meses después de que muriera su hermano Valeriano.
Bécquer escribió en verso y en prosa. Su poesía tiene mucha importancia porque supone el comienzo de la poesía contemporánea. Sus Rimas, publicadas por sus amigos después de su muerte, es el máximo exponente de la poesía posromántica. Sus temas principales son la propia poesía, el amor, la soledad y la tristeza que ocasiona un amor no correspondido. La poesía para Bécquer es ante todo sentimiento y ritmo; las fuentes de inspiración del poeta suelen ser el amor, la naturaleza y los misterios que se ciernen sobre la vida. El amor se presenta de varias formas: a veces es un amor correspondido que despierta en el poeta una gran ilusión; en otros casos, se trata de un amor imposible, capaz de inspirar los sentimientos más arrebatados.  
En prosa escribió leyendas, Cartas desde mi celda y Cartas literarias a una mujer. La prosa de Bécquer es de una gran belleza, muy cercana al estilo de su poesía, por lo que se la puede considerar ya como prosa poética. Los temas de sus leyendas son prácticamente los mismos que los de su poesía; sobresalen los ambientes misteriosos, muchas veces tétricos, todos ellos muy característicos del Romanticismo. Hay leyendas de muchos tipos; destacan las que están ambientadas en ciudades como Sevilla, Toledo y Soria.
Cartas desde mi celda es una obra heterogénea, en la que se mezclan diversos géneros y tendencias: el estilo epistolar, caracterizado por la espontaneidad y el intimismo; el sesgo periodístico, propio de unos textos que están dirigidos a los lectores de un periódico; la literatura de viajes, cultivada en la primera carta, en la cual se refiere precisamente el viaje que realizó desde Madrid hasta Veruela, con todos los medio de locomoción que empleó en el trayecto; el costumbrismo, presente en las descripciones que hace del mercado de Tarazona y de otros lugares; la leyenda, género que reaparece en las últimas cartas para narrar las historias que se cuentan en aquellos sitios.


EL REALISMO Y EL NATURALISMO. A partir de 1868, coincidiendo con la Revolución liberal, se va a desarrollar en España una literatura de carácter realista, a imitación de la que se venía cultivando en Europa. Es esta la gran época de la novela en Europa y en España. Charles Dickens, Balzac,  Flaubert, Stendhal, Dostoievski, Tolstoi, son algunos de los más importantes novelistas de entonces, muy seguidos además por los escritores españoles.
Coincide este auge de la literatura realista con la consolidación de la sociedad burguesa. El género que más se cultiva es la novela, pues es el que más lectores tiene entre la clase burguesa.
Si durante el Romanticismo el escritor había adoptado una actitud de huida, ahora el autor realista se enfrenta a la sociedad en la que vive: aunque al principio es partidario de las nuevas ideas en la que se sustenta, después muestra su disconformidad con los aspectos que no le satisfacen. En la sociedad capitalista van surgiendo problemas y situaciones que dan lugar a desigualdades e injusticias.
En una primera época, son frecuentes las novelas de tesis, en las que el autor defiende una determinada postura: por un lado, están las novelas que se escriben desde una ideología conservadora, como las de José María de Pereda, y por otro las que se escriben desde una postura liberal y progresista, como las de Galdós.
En la novela realista es muy importante el análisis psicológico de los personajes, realizado de diferentes maneras. Junto al retrato, cobra mucha importancia la descripción de los lugares y de los ambientes. Son novelas además en las que los diálogos son fundamentales, ya que en ellos se refleja también la forma de pensar y de actuar de los personajes.
Entre los novelistas españoles más importantes de este periodo, hay que destacar a Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas Clarín, Pedro Antonio de Alarcón, Juan Valera, José María de Pereda y Armando Palacio Valdés.
En una segunda etapa del Realismo, se produjo un mayor interés por los condicionantes genéticos y sociales que influyen en los individuos. Nace así lo que se conoce como Naturalismo, que en Francia sobre todo tiene un gran desarrollo. El individuo no es libre, sino que está condicionando por la genética y por el medio social en el que vive. En la literatura naturalista se prefieren los ambientes sórdidos, los personajes marcados por algún tipo de tara física o psicológica. En España, estas ideas no tienen un arraigo completo; son seguidas por algunos autores, en cuyos libros se advierte cierto determinismo, centrado sobre todo en los ambientes que más pueden condicionar a los individuos. Los dos escritores más importantes de esta línea son Emilia Pardo Bazán y Vicente Blasco Ibáñez. También Galdós y Clarín presentan en sus novelas rasgos naturalistas.

Benito Pérez Galdós cultivó preferentemente la novela. Es un autor muy prolífico. En su obra ocupan un lugar muy destacado los episodios nacionales, que son novelas históricas con las que hace un repaso a los principales acontecimientos de España en el siglo XIX, desde la batalla de Trafalgar hasta sus días, pasando por los episodios más importantes de la Guerra de la Independencia. En una primera etapa de su producción novelística escribió novelas de tesis a favor de una ideología liberal y progresista: se nos presenta en ellas una España del progreso, concentrada en las ciudades, frente a una España conservadora e intolerante que reside en los pueblos, como se puede ver en Doña Perfecta. Galdós abandonó luego la novela ideológica para escribir un tipo de novela más psicológica, centrada en los problemas individuales de sus protagonistas, muchos de ellos mujeres: Fortunata y Jacinta es su obra maestra, la más representativa de este periodo. Otras novelas importantes fueron La desheredada, Miau o Tristana. En una tercera etapa Galdós evoluciona hacia un espiritualismo de signo evangélico que está muy influido por los novelistas rusos: Misericordia y Nazarín son dos ejemplos de esta tendencia. Galdós también escribió cuentos y obras de teatro.

Leopoldo Alas Clarín es el mejor cuentista español del siglo XIX: escribió cuentos que son verdaderas obras de arte, como Adiós, Cordera, Pipá o El dúo de la tos. Además del cuento, cultivó la crítica literaria y la novela. Su novela más conocida es La regenta, quizá la más importante de la literatura española después del Quijote. En ella se nos cuenta la historia de Ana Ozores, casada con el regente de la ciudad de Vetusta, nombre que se le da en la novela a la ciudad de Oviedo. Ana, insatisfecha de su matrimonio, se ve atraída por don Álvaro Mesía, al tiempo que es cortejada también por su director espiritual, don Fermín de Pas. Presionada por el medio social en el que vive, Ana acaba cayendo en brazos de don Álvaro Mesía. Al final hay un duelo entre el marido y el amante que termina con la muerte del regente. Ana, arrepentida, sufre también el rechazo de don Fermín de Pas. En esta novela se nos retrata una ciudad española de finales del siglo XIX: aunque aparecen todas las clases sociales, está centrada más bien en las clases más acomodadas, a las cuales pertenecen los protagonistas. El anticlericalismo de la obra, muy frecuente en las novelas de esta época, está dirigido más bien hacia aquellos clérigos que no cumplen con sus deberes eclesiásticos, como era el caso de don Fermín de Pas. Frente a él, contrasta la figura del obispo de Vetusta, presentado como un santo.
Clarín escribió una segunda novela, Su único hijo, que ha sido eclipsada por la fama de La regenta.
Pedro Antonio de Alarcón fue autor de novelas de inspiración cristiana, como El escándalo, además de otras de corte distinto. Escribió también relatos breves, influidos algunos por Edgar Allan Poe.
José María de Pereda se inició en el costumbrismo y después se pasó a la novela. Destacan Sotileza, novela sobre los pescadores de Santander, y Peñas arriba. En sus obras hay rasgos realistas, algunos de carácter naturalista.
Juan Valera es autor de dos novelas muy interesantes, Pepita Jiménez y Juanita la larga. En ellas se puede apreciar una gran maestría en el arte de la narración, con rasgos de humor muy cervantinos.
Emilia Pardo Bazán, que regentó el título de condesa, fue una mujer muy emprendedora. Introdujo el naturalismo en España y protestó por todas la situaciones que consideraba injustas. En Los pazos de Ulloa nos presenta un mundo galaico primitivo, influido por tradiciones y costumbres muy antiguas. Con su continuación, La madre naturaleza, constituye la mejor novela rural del naturalismo español.
Vicente Blasco Ibáñez es el último de los novelistas de esta época; su producción se prolonga hasta bien entrado el siglo XX. Es un autor de un enorme talento y de un gran vitalismo. Nos presenta historias muy crudas, con ambientes de un claro sello naturalista: Cañas y barro, La barraca y Los cuatro jinetes del Apocalipsis son algunas de sus principales novelas.



























Funciones del lenguaje.

El lenguaje es el sistema de comunicación más completo del ser humano. En su uso participan unos elementos que determinan las características de cada acto lingüístico. A las relaciones que se establecen entre el mensaje y los demás elementos que intervienen en la comunicación lingüística se les llama funciones.  En todo acto lingüístico hay una función predominante, según sea la intención con que se produce; hay funciones que son características de determinados tipos de textos o de mensajes: así, en un texto narrativo predominará la función referencial; en un texto lírico, serán más importantes, por el contrario, la función poética y la función expresiva.
Las seis funciones del lenguaje son las siguientes:
a)                  Función referencial: se produce cuando el mensaje o el texto hacen referencia a la realidad; es característica de los textos narrativos, históricos, científicos, periodísticos, etc. La intención es informar. Tiene un carácter objetivo; no tiene unos marcadores definidos. Se puede destacar el uso del modo indicativo, la precisión en el empleo del vocabulario, la ausencia de signos expresivos.
b)                 Función expresiva: se produce cuando el mensaje tiene por objeto la expresión de los sentimientos o de los afectos del emisor. Es propia de textos poéticos y de todo tipo de diálogos y de manifestaciones habladas del lenguaje. Tiene un carácter subjetivo; sus principales marcadores son los signos de exclamación e interrogación (con sus correspondientes entonaciones), el uso del modo subjuntivo, el empleo de diminutivos, etc.
c)                  Función apelativa: surge cuando el mensaje es emitido para influir en la actitud o en el comportamiento del receptor. Es propia de textos dialogados. Sus marcadores más característicos son el uso del modo imperativo, los vocativos, las fórmulas directivas, etc.
d)                 Función fática: se produce cuando la intención del mensaje es restablecer o mejorar la comunicación. Se da principalmente en textos hablados cuando la comunicación se interrumpe o se estropea por algo.
e)                 Función metalingüística: surge cuando el mensaje se refiere a algún elemento de la lengua. Es característica de toda clase de libros de lengua: gramáticas, diccionarios, ortografías, manuales académicos, etc. Puede aparecer también en otros contextos.
f)                   Función poética: se produce por la relación del mensaje consigo mismo. La intención es sorprender al receptor con la forma o con el contenido que presenta el mensaje. Es característica de los textos literarios, especialmente de los poéticos. Puede aparecer en otros tipos de textos, como en los de publicidad. Para llevar a cabo esta función, se utilizan las llamadas figuras retóricas, que se estudiarán más adelante: se trata de recursos que posibilita la lengua para construir un mensaje diferente, basado en la originalidad y en la belleza.



Variedades de la lengua. Una lengua no es uniforme, sino que presenta muchas variedades, debidas a diversos factores. Al modelo de lengua común que permite la comunicación a pesar de estas variedades se le conoce como lengua estándar. Hay que distinguir, en principio, entre variedades diacrónicas y variedades sincrónicas. Las primeras se refieren a las diversas modalidades que ha presentado una lengua a lo largo de la historia; se habla, desde este punto de vista, de dialectos históricos; así, el español es un dialecto histórico del latín, junto al gallego, el catalán y las demás lenguas romances.
Las variedades sincrónicas son las distintas formas que tiene la lengua en un mismo periodo. Pueden ser las siguientes:
a)                  Variedades diatópicas, causadas por el factor geográfico. Es evidente que una lengua no se habla igual en todos los territorios. En el español actual se distinguen una serie de modalidades diatópicas: el español hablado en Andalucía, en Extremadura, en Murcia, en Canarias y en los países americanos. Hay que destacar este último, debido a su enorme importancia: hoy día el español es una de las lenguas más habladas en el mundo gracias a los numerosos países de América en que se habla. El español de América presenta unos rasgos fonéticos parecidos a los del español de Andalucía, como el seseo y el yeísmo. Es un español en el que a su vez se aprecian muchas diferencias, según el país de que se trate. Hoy día se tienden a valorar estas diferencias, como se demuestra en el trabajo conjunto de las distintas academias de la lengua, que elaboran diccionarios y gramáticas que sirvan para todos los hispanohablantes.
b)                 Variedades diastráticas, debidas a los distintos estratos socioculturales. Se distinguen tres niveles: un nivel culto, que se corresponde con personas que han adquirido unos estudios superiores; un nivel medio, correspondiente a personas que no han accedido a esos estudios superiores, y un nivel bajo o vulgar, de personas analfabetas o semianalfabetas. Este último nivel se caracteriza por las incorrecciones, conocidas como vulgarismos.
c)                  Variedades diafásicas, debidas a los diferentes estilos que puede tener una lengua en su uso, dependiendo del contexto, la situación, el interlocutor, etc. Dentro de estas variedades, se distinguen dos estilos importantes: el estilo de lengua formal y el estilo coloquial. Este último aparece en situaciones en que no se requiere tanto rigor en el uso de la lengua, ante familiares, amigos, etc. A los rasgos y usos de este estilo se les conoce como coloquialismos; muchos de ellos no son tenidos como vulgares.
Las jergas constituyen otra variedad de la lengua que depende de factores socioculturales: se trata de un estilo que usa un determinado grupo de personas, normalmente adscritas a una misma profesión o una misma parcela del estudio o del trabajo; se habla de la jerga de los médicos, de los abogados, de los electricistas, de los deportistas, etc. Se caracterizan por el empleo de una serie de términos específicos.
Parecidos a las jergas, son los estilos de grupo, como las hablas de los jóvenes, de los delincuentes, etc.





El lenguaje literario. En el lenguaje literario se hace un uso especial de la lengua. En él no se pueden separar la forma y el contenido: son dos elementos indisociables. Otra característica del lenguaje literario es a veces su ambigüedad: puede dar lugar a interpretaciones diferentes, dependiendo de cada receptor. El significado de las palabras muchas veces está cargado de valores subjetivos, de matices emotivos: a esto se le conoce como connotación.
Lo que hace que el lenguaje literario se desvíe del ordinario es el empleo de las llamadas figuras retóricas, o figuras literarias. Se distinguen por lo general figuras de la forma y figuras del contenido.

Las figuras de la forma más importantes son las siguientes:
-                     La anáfora: es la repetición de una palabra al principio de una serie de frases o de versos.
-                     El paralelismo sintáctico: es la repetición de una misma estructura sintáctica en una serie de oraciones, normalmente con una variante al final.
-                     El hipérbaton: es la alteración del orden de los elementos de una oración, muy importante en la poesía.
-                     La aliteración: es la repetición de un sonido; cuando dicha repetición imita un sonido natural, se la conoce como onomatopeya.
-                     Asíndeton: es la falta de conjunción; las palabras o las oraciones aparecen como yuxtapuestas.
-                     Polisíndeton: repetición de una conjunción; se consigue una mayor lentitud y emotividad en el discurso.
-                     Parataxis: preferencia por la yuxtaposición y coordinación, en lugar de la subordinación.
-                     Anadiplosis: es la repetición de una palabra al final de una frase y al comienzo de la siguiente.
-                     El adjetivo epíteto: es un adjetivo que resalta una cualidad inherente a un sustantivo, normalmente colocado delante de él; tiene un gran valor expresivo.

Las figuras del contenido o del significado son las siguientes:
-                     La metáfora: consiste en la identificación de un término real con un término imaginario; la relación entre los dos términos está basada en una semejanza lógica, aunque también se han creado en la literatura contemporánea metáforas en las que la relación es intuitiva. Hay muchas formas de metáforas: R es I; R de I; R, I; R : I, etc. La metáfora pura consiste en la sustitución del término real por el término imaginario; puede estar expresada por un sustantivo, un adjetivo o un verbo.
-                     La alegoría: es una metáfora continuada.
-                     El símbolo: es una metáfora en la que el término real es de naturaleza espiritual.
-                     La metonimia: consiste en la sustitución de un término por otro de acuerdo con algún tipo de relación (continente-contenido, objeto-material, objeto-lugar de procedencia, etc.)
-                     La sinécdoque: consiste en la sustitución de la parte por el todo o del todo por la parte.
-                     La comparación o símil: se compara un término real con un término imaginario en virtud de un parecido; tiene que aparecer un elemento comparativo, como las conjunciones como y cual o los verbos parecer y semejar.
-                     Oxímoron: consiste en la contraposición entre dos palabras vecinas, normalmente entre un sustantivo y un adjetivo: la soledad sonora.
-                     Paradoja: es una contradicción: Vivo sin vivir en mí.
-                     Antítesis: es el contraste entre dos ideas o dos palabras con significados opuestos: fuego/nieve, día/ noche.
-                     Hipérbole: es una exageración, usada con fines humorísticos o expresivos.
-                     Personificación: consiste en atribuir cualidades humanas a objetos o a animales.
-                     Ironía: consiste en decir lo contrario de lo que se piensa, normalmente con una intención humorística.